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Camilo José Cela, Premio Príncipe de Asturias de las Letras 1987 | Eventos | Fundación Princesa de Asturias | Letras | Oviedo | Comarca de Oviedo | Centro de Asturias | Montaña de Asturias | Asturias | Principado de Asturias | España | Europa.
Descripción
Reunido en Oviedo, los días 26 y 27 de marzo de 1987, el Jurado correspondiente al «Premio de las Letras, 1987», integrado por D. Manuel Alvar, D. Carlos Luis Álvarez, D. Luis María Ansón, D. Carlos Barral, D. José Manuel Caballero Bonald, D. José García Nieto, D. José Hierro, D. Fernando Lázaro Carreter, D. Antonio Mingote, D. Fernando Morán, D. Pedro de Silva Cienfuegos-Jovellanos, D. Gonzalo Torrente Ballester, D. José Miguel Ullán, D. Vicente Verdú, D. Darío Villanueva, presidido por D. Rafael Lapesa y actuando de secretario D. Emilio Alarcos Llorach, deciden por mayoría conceder este galardón a D. Camilo José Cela por la elevada calidad literaria de su abundante y universalmente conocida obra y por su significación singular dentro de las letras hispanas de este siglo, en las que han influido, considerablemente, razones que le hacen merecedor indiscutible del galardón.
Biografía
Escritor, académico y Premio Nobel de Literatura, Camilo José Cela nació en Iria Flavia, La Coruña, el 11 de mayo de 1916, de padre español y madre inglesa. Con nueve años de edad se traslada a Madrid con su familia, y a los veinte años escribe su primer libro de versos, «Pisando la dudosa luz del día».
Inició tres carreras universitarias, sin terminar ninguna, Medicina, Filosofía y Derecho, y se declara orgulloso de haber tenido a profesores como Pedro Salinas. Hoy, es doctor «honoris causa» por más de doce universidades.
La primera obra en prosa de Cela, «La familia de Pascual Duarte», fue publicada en 1942 y constituyó en aquel momento un verdadero escándalo literario, marcando un hito indeleble en las letras españolas que hizo de su autor el escritor más importante de la posguerra. Con el paso de los años se ha convertido en el libro español más traducido después de «El Quijote».
Más adelante escribe «Pabellón de reposo» (1943), obra marcada por un existencialismo lírico e inspirada en su paso por un sanatorio tuberculoso, y «Nuevas andanzas y desventuras del Lazarillo de Tormes» (1944), garbosa actualización de la clásica picaresca española.
Cela cosecha otro gran éxito en 1951 con «La colmena», novela que relata la vida madrileña durante los primeros y tristes años de la posguerra. Por sus páginas desfilan más de trescientos personajes unidos por el denominador común de una angustiosa mediocridad.
Le suceden «Mrs. Caldwell habla con su hijo» (1953), «La catira» (1955), con la que obtiene el Premio de la Crítica, «Tobogán de hambrientos» (1962), «Izas, rabizas y colipoterras» (1964), «Nuevas escenas matritenses» (1966) y «San Camilo 1936» (1969). En 1973 publica «Oficio de Tinieblas 5», su obra más experimental y oscura.
Desde 1957 pertenece a la Real Academia Española de la Lengua, en la que ingresó con un discurso sobre la obra literaria del pintor Solana, y en 1977 es nombrado Senador por designación real en las primeras Cortes Generales de la democracia.
Con «Mazurca para dos muertos» consigue el Premio Nacional de Literatura en 1984. «Cristo versus Arizona», publicada en 1988, es un poema épico, de prosa sarcástica, terrible y dura. Nuevas publicaciones son «El asesinato del perdedor» y «La cruz de San Andrés» (Premio Planeta), ambas de 1994 y «Madera de boj», novela de la Galicia del mar.
Cela ha escrito también admirables libros de viajes, en los que ha logrado páginas de un vigoroso pintoresquismo y acertadas descripciones de paisajes, lugares e individuos. Entre ellos, «Viaje a la Alcarria» (1948), «Del Miño al Bidasoa» (1952), «Cristianos, moros y judíos» (1956), «Primer viaje andaluz» (1959) y «Viaje al Pirineo de Lérida» (1965).
«La familia de Pascual Duarte» y «La Colmena» han sido llevadas al cine, dirigida la primera por Ricardo Franco y la segunda por Mario Camus.
Dueño de un estilo inimitable, clásico y moderno a la vez, Cela ha conseguido una obra rica y de gran peso, con audacia, violencia y procacidad, pero llena de compasión y de calor humano. Ha renovado y revitalizado la lengua española quizá como nadie en este siglo, y ha entrado de lleno en el elenco de los grandes creadores del castellano, junto a Cervantes, Góngora, Quevedo, Valle-Inclán o Lorca.
En 1989 le fue concedido el Premio Nobel de Literatura «por ser la figura más destacada de la renovación literaria en España, y por su prosa rica e intensa, que con refrenada pasión configura una visión provocadora del desamparo del ser humano». Desde entonces, se han sucedido sin interrupción los homenajes y muestras de reconocimiento al que ya es el más universal de nuestros escritores contemporáneos.
Discurso:
Señor,
Señora,
Alteza,
Y también: señor presidente de la Fundación Principado de Asturias,
dignísimas autoridades eclesiásticas, civiles y militares,
señoras y señores.
En La Arcadia de Lope de Vega se dicen estos versos:
«¡Ay, dulce y cara España,
madrastra de tus hijos verdaderos,
y con piedad extraña
piadosa madre y huésped de extranjeros!»
En España - —y os lo digo, Alteza, porque sois joven y español— el que resiste, gana. Y también os lo digo, Alteza, porque habréis de lidiar durante vuestra vida, que para bien de todos os deseo larga y colmada de aciertos, con los tres embates que siempre se arrancan y siempre se estrellan contra el alma de los elegidos: el hombre impaciente, el del tiempo inclemente y el de la circunstancia desaforada e hiriente.
Alteza, no demos pábulo ni al inerte sentimiento ni a la anestesiadora y deformante nostalgia y dejemos volar la esperanza y la ilusión, que son las dos alas de la saludable felicidad que ni cesa ni aun se interrumpe.
El que espera tiene a su lado un buen compañero en el tiempo, nos dejó dicho Saavedra Fajardo en sus Empresas políticas y en glosas a unas palabras que pronunciaba con elegante y noble regodeo vuestro trasabuelo Felipe II: «yo y el tiempo contra todos».
«Se dará tiempo al tiempo —pensaba y escribía Cervantes en La Gitanilla—, que suele ser dulce salida a muchas amargas dificultades». Y en Las dos doncellas: «Dejad el cuidado al tiempo, que es gran maestro en dar y hallar remedio». Y en el Quijote: «Dejando al tiempo que haga de las suyas, que es el mejor médico de estas y de otras mayores dificultades». Una ilustre española y amiga, María Zambrano, Premio Príncipe de Asturias y serena voz del pensamiento, nos dice que quizá no exista experiencia que preste mayor madurez al hombre que su descubrimiento del tiempo. Otro premio, Alteza, de vuestro título —y os hablo ahora de Mario Bunge—, se sorprende de que el tiempo, siendo, sobre imperceptible, inmaterial, pueda medirse con tanta precisión. Observad, don Felipe, que esta precisa exactitud en la medida del tiempo funciona en extensión, sí, pero no en intensidad, ya que no es el mismo el minuto del enamorado que el del condenado a muerte.
Desde aquel histórico 3 de octubre de 1981, en el que por vez primera en vuestros aún breves y tan lozanos días, os dirigíais en público y cabe estos muros ya nimbados de recuerdos a nuestros compatriotas los españoles, hasta hoy, el tiempo, con su pausado caminar inexorable, ha transcurrido con suficiente holgura y generosidad para que yo pueda haber alcanzado el honor a todas luces inmerecido, de dirigiros estas breves y muy sinceras palabras: en este Oviedo capital de la Asturias entrañable, con el motivo que aquí nos convoca y en presencia de vuestros augustos padres los Reyes de todos los españoles la gozosa insignia de España.
En la esfera de algún viejo reloj se leen, referidas a las horas que pasan y pasan sin apurarse jamás ni detenerse nunca, unas palabras tan ciertas como fatales: Todas hieren, la última mata. Doy gracias a Dios, Alteza, porque, aun herido, todavía no sonó mi hora y puedo deciros mi palabra ante todos y con el corazón saliéndoseme por la boca de emoción y de contento.
Escuchad, Alteza, lo que os voy a decir, lo que os vengo diciendo, y pensad que no me mueve ningún otro afán que el de la verdad que me debo a mí mismo y el de la lealtad que a vos os debo.
Sois el titular de este viejo Principado marinero y minero, agricultor y ganadero, industrial y comercial, literario, señorial y popular que presta su nombre a la benemérita Fundación que es hoy nuestra anfitriona y pienso que, como Premio Príncipe de Asturias que soy e interpretando el sentir de mis compañeros, los demás premiados a mayor mérito y justicia, me cumple agradeceros, en nombre de todos, vuestra presencia aquí y vuestra tutela. Y no sólo por el galardón que recibimos sino por el hecho, no demasiado frecuente en nuestra historia, de que los tirios que mandan y los troyanos que obedecemos y pensamos y trabajamos y escribimos y hacemos, mejor o peor, aquello que debemos y creemos saber hacer, seamos capaces de reunirnos para festejar, con el corazón limpio y la voluntad abierta, un evento glorioso: el de la concordia que a todos nos salvará. Mis palabras son de paz porque nada sujeta más y mejor a la guerra que la mesura en el juicio y la actitud. Mesura hasta el sufrimiento, pedía Séneca a quienes se gozaban en el arte de pensar.
Otro ilustre español y amigo, don José Ferrater Mora, se lamentaba desde esta misma tribuna, de la política de despilfarro intelectual de España, por fortuna ya en vías de la enmienda, frente a la política de respeto intelectual de otros países en los que el aplauso a las cosechas de la inteligencia prima sobre cualquier otro supuesto. Nos falta todavía mucho, bien lo sé, pero pienso, en mi patriótico optimismo, que quizás estemos ya en el buen sendero del escarmiento y dé su fruto el acierto, y Vuestra Alteza es testigo excepcional. Hemos cruzado ya el Rubicón del orgulloso y esterilizador «que inventen ellos» y estamos empezando a entrever que nuestro camino es otro. Quisiera poder deciros, Alteza, que los españoles asumimos ya nuestro deseo y nuestra voluntad de inventar y de gozar del invento.
Aún otro ilustre español y también amigo, don Severo Ochoa, pidió desde esta misma aireada plataforma, un ambiente propicio y un estímulo, una comprensión y un interés para la actividad creadora. Ya empezamos a tenerlo entre nosotros. Ochoa pedía que la promoción de la ciencia en España fuese vinculada a la Corona para que pudiera adquirir la deseada estabilidad y yo me permito sugerir ahora, con tanta convicción como respeto, que esa vinculación se ampliara a otros ámbitos también hoy representados aquí.
Alteza: vuestro padre se propuso ser el Rey de todos los españoles y a fe que lo consiguió. Somos muchos los españoles que quisiéramos verlo como espejo de conducta y buen propósito, como haz luminoso que en cada instante nos alumbrara el camino de la inteligencia en su prosecución de óptimo fruto. Porque en buena política no hay patrimonio que ministrar si antes no ha sido creado con salud, rigor y vigor.
Alteza, ya sois un hombre, pero, desde muchacho y aun desde niño, estáis en contacto con lo mejor y más granado de España: anteayer con los militares y los trabajadores, ayer con los marinos y los deportistas, hoy con los aviadores y los poetas, mañana con los universitarios y los estudiosos y siempre con los españoles que viven y sueñan a nuestro mismo compás, a ese compás que —bien mirado— no es nuestro ni de ellos, sino común y compartido.
Este es el paisaje en que la representación de vuestros pasos históricos ha de tener lugar y ha de acontecer por rigurosa ley de fatalidad: se llama España y no tenemos otro ni tampoco podemos ni queremos cambiarlo por ningún otro. Nuestro naipe está sobre la mesa y con él hemos de jugar la partida en la que nos va el presente y el futuro. De nuestra sabiduría y prudencia dependerá el resultado y el llanto o la alegría.
Alteza, los españoles estamos orgullosos y celosos de vuestro padre el Rey y tenemos la difusa pero también ciertísima convicción de que, sin su providencial presencia entre nosotros, no estaríamos celebrando aquí y ahora esta fiesta de concordia y de paz.
Alteza, estáis llamado a ser el Rey de España cuando Dios disponga, y pido a Dios que se sirva tomar su disposición después de haber pasado muy largos años: recordad las palabras que os dije de Saavedra Fajardo y de Cervantes. Para entonces yo ya no estaré en el mundo de los vivos, pero creedme si os aseguro que moriré en paz y reconfortado al ver a nuestra patria en el buen camino del sosiego acorde y la tranquilidad provechosa y ubérrima.
Señor, Señora, Alteza, gracias por haberos dignado escuchar las palabras de un español sin más mérito que su voluntad y su paciencia o, si mejor lo queréis, su esperanza. Y gracias por vuestra presencia aquí, signo inequívoco de la vinculación de la Corona con la España de la ciencia, el pensamiento y las artes que el insigne asturiano Severo Ochoa pedía con tan noble acento.
Muchas gracias.
Fuente: Fundación Príncipe de Asturias.
Nota
Camilo José Cela moriría el 17 de enero de 2002, a los 85 años de edad.
Concejo de Oviedo
Naturaleza, Arte Prerrománico, fiesta, gastronomía, Premios Princesa… y muchas cosas más en el concejo de Oviedo, ubicado en el corazón de Asturias y su capital es también la del Principado, y fue en el pasado capital del primer reino cristiano de la Península Ibérica y origen del Camino de Santiago.
Los concejos (municipios) que limitan con el Concejo de Oviedo son: Grado, Langreo, Las Regueras, Llanera, Mieres, Ribera de Arriba, Santo Adriano y Siero. Cada uno de estos concejos (municipios) comparte fronteras geográficas con Oviedo, lo que implica que comparten límites territoriales y pueden tener interacciones políticas, sociales y económicas entre ellos.
Comarca de Oviedo
Está en el corazón de Asturias y su capital, Oviedo, es la del Principado y fue en el pasado capital del primer reino cristiano de la Península Ibérica y origen del Camino de Santiago.
La comarca está conformada por uno o varios concejos (municipios). En este caso: Oviedo. Los concejos representan las divisiones administrativas dentro de la comarca y son responsables de la gestión de los asuntos locales en cada municipio.
Conocer Asturias
«El arte prerrománico asturiano es una manifestación artística que se desarrolló en el Principado de Asturias, en el norte de España, durante los siglos IX y X. Surgió como resultado de la resistencia de los astures al dominio musulmán en la península ibérica y se convirtió en un importante exponente del arte cristiano en la región.»
Resumen
Clasificación: Eventos
Clase: Fundación Princesa de Asturias
Tipo: Letras
Comunidad autónoma: Principado de Asturias
Provincia: Asturias
Municipio: Oviedo
Parroquia: Oviedo
Entidad: Oviedo
Zona: Centro de Asturias
Situación: Montaña de Asturias
Comarca: Comarca de Oviedo
Dirección: Calle Pelayo, 3
Código postal: 33003
Web del municipio: Oviedo
E-mail: Oficina de turismo
E-mail: Ayuntamiento de Oviedo
Dirección
Dirección postal: 33003 › Calle Pelayo, 3 • Oviedo › Asturias.
Dirección digital: Pulsa aquí