Oviedo, cuna de la Hispanidad

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Oviedo, cuna de la Hispanidad | Etnografía | El concejo | Varios | Oviedo | Comarca de Oviedo | Centro de Asturias | Montaña de Asturias | Asturias | Principado de Asturias | España | Europa.

Descripción

Autor: Gustavo Bueno Sánchez (filósofo)

Fecha: septiembre de 2005

Hace ocho mil años florecía en Anatolia una de las primeras ciudades que conocemos, Çatal Huyuk, una rica sociedad de diez mil personas que vivían en casas a las que se accedía a través de un hueco abierto en el techo, casas que formaban distintos barrios especializados y entre cuyos mismos muros se guardaban los restos de los antepasados, talleres de los que salían manufacturas que permitían un rico comercio, y artistas que decoraban sus muros con representaciones femeninas y de bóvidos, de la diosa pantera, santuarios consagrados a la diosa madre mujer representada mientras paría al divino toro... La ciudad de Çatal Huyuk se mantuvo viva durante siglos, incluso milenios, pero un día quedó deshabitada, pues se habían disuelto los vínculos de todo tipo que la hicieron necesaria, murió y hasta se olvidó por completo que había existido. Fue descubierta y excavada hace medio siglo por James Mellaart, un londinense que nació hace ochenta años y dedujo que necesariamente tenía que haber existido, la buscó y la encontró bajo dos colinas. Hoy en el lugar de Çatal Huyuk quedan hectáreas de muros deteriorados, y los objetos de valor encontrados se han trasladado a más de doscientos kilómetros, al Museo de las Civilizaciones de Anatolia, en Ankara, donde podrán verse hasta que el turco talibán no decida su destrucción, pues para el fundamentalismo imparable todo el arte preislámico es una ofensa y debe ser borrado de la faz de la tierra, como ya hicieron los ortodoxos afganos iconoclastas con las estatuas budistas de Bamiyán.

Hace poco más de doce siglos se fundó Oviedo, bajo el signo de la Cruz, precisamente para ser capital del imperio cristiano emergente que unas décadas antes había confirmado en Covadonga, en torno al Rey don Pelayo, su firme propósito de reconquistar España para la cristiandad, previa la expulsión de su territorio de los invasores sarracenos, o su vuelta a la fe en Cristo, tras renegar u olvidar a Mahoma. Y el propio cumplimiento de ese plan expansivo, que había dado vida a la nueva ciudad, obligó a los Reyes de Oviedo a trasladar la corte a León, pues así lo exigía el avance de la Reconquista, y más adelante a Toledo, etc. Pero Oviedo no murió al dejar de cumplir la función de capital imperial para la que se había fundado, como sí desapareció la ciudad romana de Lucus Asturum, que no pudo recuperarse del activismo destructor del moro Muza.

Y si no murió como ciudad, ni quedó reducida a un mero convento (lo que fue, por ejemplo, Valdediós), se debió en buena medida a que Alfonso III el Magno, antes de trasladar la corte a León, decidió depositar la Cruz de la Victoria de Pelayo, cubierta por riquísimo relicario, en la Catedral de Oviedo, convertida a partir de entonces en depositaria no sólo de preciosísimas reliquias bíblicas (uno de los treinta denarios, muestras de leche de la Virgen, una de las ánforas de las bodas de Canaan, etc.) sino de las más preciadas reliquias políticas («Con esta señal se vence al enemigo») de España y de sus instituciones. Oviedo, lugar de invención y de partida de un camino de Santiago que luego adoptaría otras variantes, aseguró su existencia como ciudad al convertirse en centro religioso y político imprescindible de la sociedad que cristalizó imparable tras Covadonga, y se convirtió en la ciudad histórica más antigua de España.

Don Pelayo y sus sucesores los Reyes de Oviedo están en el inicio de la institución monárquica del Reino de España, y por eso el heredero de la corona española sigue siendo Príncipe de Asturias (y no se trata de arcaísmo alguno, pues así lo refrenda la democrática Constitución vigente de 1978). Un Principado de Asturias que lo ha sido y lo sigue siendo exclusivamente por referencia al Reino de España, que perdería su sentido al margen de España, y que lo seguirá siendo en tanto España se mantenga como una monarquía (pues no es fácil que quienes, tanto en España como en Asturias, se pregonan republicanos, de triunfar sus propósitos, aceptasen convertir el territorio de la provincia en una ficción política como el Principado de Mónaco). Es decir, en tanto Oviedo sea sede, por ejemplo, de la Fundación Príncipe de Asturias, y en la ciudad imperial se siga celebrando cada año la ceremonia de entrega de los galardones que la monarquía española concede a personas e instituciones de todo el globo.

Pero, ¿será aceptada por todos esta realidad que envuelve a la ciudad de Oviedo? Quizá no, pues siempre cabrá imaginar que algunos se resistan a reconocer cómo han ido sucediendo las cosas. Disfrazados los unos de labriegos, en literaria disputa entre el campo y la ciudad, alabanza de aldea y menosprecio de corte, recurrirán a un Uviéu inexistente, paternalmente imaginado en la supuesta limitación de miras de quienes por sus labores sólo verían en Oviedo el centro de su alfoz, con el municipio como límite del mundo. Reduciendo los otros Asturias a los límites actuales de una provincia que es a la vez Comunidad Autónoma, territorio asignado en el siglo XIX a la provincia de Oviedo, se imaginarán un fabuloso «Paraíso Natural» identificable desde la prehistoria, donde como mucho reconocerán a Oviedo su condición de «Capital del Paraíso», como si los paraísos pudieran tener historia, cultura, ciudades y capitales.

Entender Oviedo como «Capital del Paraíso», como centro de acceso a una región natural de significado esencialmente paisajístico y de gran interés turístico (sobre todo en lo que concierne al turismo rural, que es la situación más próxima al concepto de «paraíso», esencialmente protourbano), supone restringir y mutilar la proyección de Oviedo, por la sencilla razón de que la importancia histórica de Oviedo (la importancia, por ejemplo, de los Reyes de Oviedo, de lo que representó su Catedral, e incluso de su Universidad) no puede recogerse en el contexto de un entorno exclusivamente asturiano, anterior a la propia ciudad de Oviedo, puesto que su importancia ha estado siempre históricamente vinculada a una situación en la que Asturias misma quedaba desbordada desde Oviedo: los reyes de la monarquía asturiana se llamaron Reyes de Oviedo y su Reino se extendía desde Galicia hasta Burgos, ciudad fundada precisamente por Alfonso III el Magno, y si Asturias tiene la denominación de Principado, como ya hemos dicho, es precisamente por su conexión, a través de los Reyes de Oviedo, con la Corona de Castilla y, posteriormente, con el Reino de España.

Por eso Oviedo sólo puede entenderse en toda su grandeza desde el contexto constituido por el Reino de España y por el resultado de su acción histórica secular, la Hispanidad, esa parte importante de la Humanidad que se caracteriza por ser católica y por pensar, hablar y escribir en español. Oviedo se nos aparecerá así como la primera capital, construida además ad hoc para serlo, del Reino cuyo desarrollo desembocó en la constitución de España como unidad política, incluida, por supuesto, la expansión americana tras el Descubrimiento. Y la lengua española, cuyas primeras reliquias escritas conocidas lo fueron en San Millán de la Cogolla, triunfante sobre los romances en los que se fue disolviendo el latín, precisamente porque se asoció desde sus primeros momentos al poder político y al proyecto imperial consolidado en Oviedo, que es por tanto cuna de la lengua que hablan hoy cuatrocientos millones de personas.

Desde que existen, las ciudades compiten unas con otras en lucha darwiniana para mantener su potencia, y no decaer arriesgando su misma existencia. A comienzos del siglo XXI, en un mundo globalizado, la competencia entre ciudades, todo lo cortés y diplomática que se quiera, salta por encima de las fronteras de los estados y no es menos feroz y crucial. Las industrias, las empresas, los congresos, los museos, el comercio, el turismo, las instituciones, las vías de comunicación, pueden arruinar o enriquecer, con su ausencia o su presencia, la vitalidad y existencia misma de una ciudad. Por eso las ciudades deben de vez en cuando aprovechar circunstancias singulares para reafirmarse, hacia dentro y hacia fuera, adaptándose a las nuevas realidades para asegurar su vigencia y potencia, que será la de todos sus ciudadanos de su presente, y la de quienes las habiten y preserven en el futuro.

Hasta las ciudades más grandes y consolidadas no pueden dejar de luchar por afianzar su presencia, y se disputarán instituciones o competirán por organizar unas Olimpiadas. Nueva York, una ciudad joven (su primera tumba, la de Benjamín Bueno, data de 1683) con millones de habitantes y una presencia mundial indiscutible, por ejemplo. Y las ciudades que como Oviedo han ocupado un lugar indiscutible desde hace siglos en la Historia, tampoco pueden rezagarse, si no quieren verse reducidas a reliquias arqueológicas. Por eso, aprovechando que en 2008 coinciden varios centenarios que afectan a la historia de la ciudad de Oviedo, las conmemoraciones Oviedo doce siglos pretenden atraer sobre Oviedo, capital de Asturias, la atención de la opinión pública nacional e internacional, realzando el papel que la ciudad representa en la historia de España, su realidad actual y las perspectivas de futuro.

Oviedo doce siglos se concibe como una conmemoración que, a principios del siglo XXI, presentará el lugar ocupado por la ciudad de Oviedo y sus instituciones, desde su fundación como capital del Reino por Alfonso II, como núcleo político y religioso inicial de España y de la Hispanidad (desde la invención del sepulcro del Apóstol Santiago, origen del Camino de Santiago, hasta la devoción a la Virgen de Covadonga en la colonización de América). Oviedo como capital del Principado cuya dignidad está vinculada «tradicionalmente al sucesor de la Corona de España» (artículo 57.2 de la Constitución Española de 1978), sede además de la institución que lleva el nombre del heredero de la jefatura del Estado en España, la Fundación Príncipe de Asturias. Oviedo, por tanto, no sólo «ciudad más histórica de España», sino también «cuna de la Hispanidad».

A comienzos del siglo XXI, al abordar la necesaria reconstrucción de los más de doce siglos de la historia de Oviedo, se hace imprescindible delimitar y discutir, desde las categorías de una filosofía de la historia ajustada a nuestro presente, los puntos críticos que afectan al curso histórico de la ciudad y a su propia imagen actual.

En el curso de los más de doce siglos de su historia caben señalar muchos puntos críticos en la interpretación de Oviedo, es decir, coyunturas reconocidas por los historiadores, pero cuya interpretación histórica está sometida a debate; y sin embargo es preciso atenerse a alguna de las interpretaciones contradictorias a fin de organizar una línea histórica coherente cara a las celebraciones Oviedo doce siglos. En este sentido hemos creído conveniente y necesario determinar un conjunto mínimo de estos puntos críticos, a fin de someterlos a la discusión entre expertos, con objeto de una vez contrastados sus argumentos y las respectivas posiciones, poder adoptar la decisión más racional.

1. La batalla de Covadonga. Al margen de la discusión sobre los detalles de su realidad histórica, el punto crítico que consideramos tiene que ver con la naturaleza de los contendientes en ese batalla. ¿Fue Pelayo un jefe de tribu sin mayores intenciones políticas, o bien formaba parte ya la batalla del proyecto de quienes conocían los orígenes y alcance que pudo atribuirse a la presencia de los sarracenos en las montañas asturianas? Es evidente que la elección entre estas alternativas, en la medida en que sean contradictorias e incompatibles entre sí, es determinante en el momento de formar un juicio sobre el significado histórico de la batalla.

2. La fundación de Oviedo. ¿Por qué Alfonso II traslada la Corte a Oviedo? Cabría establecer, a efectos del debate, estas dos posibilidades: la de si el traslado fue debido a motivos personales o circunstanciales (religiosos, relación con Fromestano), o bien si fue debido a motivos políticos generales, relacionados con la extensión que había tomado el territorio controlado por los sucesores de Pelayo (extensión que aconsejaría dejar de hablar, como es costumbre, del «minúsculo reino asturiano»). El emplazamiento de Oviedo ¿fue el resultado de una elección estratégica de un punto de cruce entre las dos vías Norte-Sur, Este-Oeste, en una perspectiva que desbordaba los límites de Oviedo y de la actual Asturias? ¿Qué conexión cabe establecer con la organización de la diócesis de Oviedo y del obispado de Oviedo?

3. La invención del sepulcro de Santiago. La invención (descubrimiento) ¿tuvo como punto de partida la propia Compostela, o bien tuvo como punto de partida la Corte de Oviedo (como aprovechamiento por parte de Alfonso II, de las posibilidades abiertas para canalizar corrientes migratorias en función de la instauración de un culto capaz de competir con las peregrinaciones musulmanas a Córdoba, o cristianas a Roma)? ¿Qué conexión tiene con la invención del sepulcro de Santiago la batalla de Clavijo?

4. Bernardo del Carpio. La «cuestión de la existencia» y la «cuestión de la esencia» de Bernardo del Carpio parecen indisociables. Quienes niegan la existencia de esta figura suelen estar lejos de reconocer el alcance que las relaciones del Reino de Alfonso II pudieron tener ante el Reino de Carlomagno. Quienes defienden la existencia de Bernardo del Carpio están más cerca de reconocer el significado que la batalla de Roncesvalles pudo tener como símbolo de la victoria de los Reyes de Oviedo sobre el propio Carlomagno, destinada a neutralizar el mito emergente de Roldán, como héroe franco de talla indiscutible frente a Bernardo.

5. El traslado de la corte a León. El traslado ¿supuso la ruptura entre la dinastía de los Reyes de Oviedo y las nuevas dinastías, o bien los Reyes de León han de considerarse como una continuación de los Reyes de Oviedo? Parece necesaria una investigación sobre las relaciones familiares que pudieran haberse mantenido a lo largo del siglo X y XI.

6. Principado de Asturias. La institución del Principado de Asturias ¿toma su origen como estrategia orientada a frenar las supuestas corrientes independentistas de algunos nobles asturianos, incorporándolos a la corona de Castilla-León, o bien obedeció a una estrategia de carácter más general (la propia de una monarquía que buscaba afianzarse en antecedentes históricos más antiguos, en parangón con los de Francia o Inglaterra)?

7. Los comunidades de Castilla y la Junta del Principado. La Junta del Principado, en el siglo XVI, ¿fue básicamente un órgano del Antiguo Régimen (en cuyo contexto el comportamiento ante la rebelión comunera es ampliamente significativo), o bien la Junta del Principado, ya desde sus orígenes, puede interpretarse como expresión de un hipotético «Estado» asturiano (que habría que suponer existente ya en aquella época)?

8. La Universidad de Oviedo. ¿Cuáles fueron los objetivos (explícitos o implícitos) de Valdés Salas para crear la Universidad de Oviedo y cuáles fueron los objetivos de quienes aceptaron y promovieron el proyecto, o de quienes intentaron frenarlo? El proyecto de la Universidad, ¿fue un proyecto «privado» a escala de la Diócesis de Oviedo —y a lo sumo a escala del Principado— o bien fue un proyecto que trascendía estos límites, incorporándose a la estrategia general de las fundaciones de las Universidades en función de la creación de legistas, teólogos, etc., en la perspectiva del imperio español?

9. La invasión francesa. La declaración de guerra a Napoleón, ¿se hizo en nombre del Principado de Asturias en cuanto tal, o bien en cuanto depositario del poder central secuestrado y desmantelado por los invasores?

10. La revolución de octubre de 1934. ¿Estuvo organizada por el designio de conjurar preventivamente un probable «golpe fascista» o, al menos, anti-republicano, previsto con ocasión de la entrada de la CEDA en el gobierno de Lerroux, o bien su inspiración iba más allá, a saber, hacia la instauración de una República socialista, comunista-leninista o comunista-libertaria?

Concejo de Oviedo

Naturaleza, Arte Prerrománico, fiesta, gastronomía, Premios Princesa… y muchas cosas más en el concejo de Oviedo, ubicado en el corazón de Asturias y su capital es también la del Principado, y fue en el pasado capital del primer reino cristiano de la Península Ibérica y origen del Camino de Santiago.

Los concejos (municipios) que limitan con el Concejo de Oviedo son: Grado, Langreo, Las Regueras, Llanera, Mieres, Ribera de Arriba, Santo Adriano y Siero. Cada uno de estos concejos (municipios) comparte fronteras geográficas con Oviedo, lo que implica que comparten límites territoriales y pueden tener interacciones políticas, sociales y económicas entre ellos.

Comarca de Oviedo

Está en el corazón de Asturias y su capital, Oviedo, es la del Principado y fue en el pasado capital del primer reino cristiano de la Península Ibérica y origen del Camino de Santiago.

La comarca está conformada por uno o varios concejos (municipios). En este caso: Oviedo. Los concejos representan las divisiones administrativas dentro de la comarca y son responsables de la gestión de los asuntos locales en cada municipio.

Conocer Asturias

«El Monasterio de San Salvador de Cornellana: Ubicado en Salas, este antiguo monasterio benedictino es uno de los más antiguos de Asturias. Su construcción se remonta al siglo XI y presenta una interesante mezcla de estilos arquitectónicos románico y gótico. El monasterio alberga un impresionante claustro y una iglesia con hermosas vidrieras.»

Resumen

Clasificación: Etnografía

Clase: El concejo

Tipo: Varios

Comunidad autónoma: Principado de Asturias

Provincia: Asturias

Municipio: Oviedo

Parroquia: Oviedo

Entidad: Oviedo

Zona: Centro de Asturias

Situación: Montaña de Asturias

Comarca: Comarca de Oviedo

Dirección: Oviedo

Código postal: 33009

Web del municipio: Oviedo

E-mail: Oficina de turismo

E-mail: Ayuntamiento de Oviedo

Dirección

Dirección postal: 33009 › Oviedo • Oviedo › Asturias.
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