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Fiesta de La Balesquida, Martes de Campo o Martes del Bollo | Eventos | Fiestas | Fiestas populares | Oviedo | Comarca de Oviedo | Centro de Asturias | Montaña de Asturias | Asturias | Principado de Asturias | España | Europa.
Descripción
La fiesta de la Balesquida, cuya culminación es el Martes de Campo o Martes del Bollu, surgió en el siglo XIII gracias a la donación de bienes que doña Velasquita otorgó a la Cofradía de los Sastres en ayuda de los pobres.
La lectura del pregón abre oficialmente los festejos de la Balesquida, a los que convoca La Fama, un heraldo vestido de blanco de la cabeza a los pies, que monta un caballo también blanco y recorre distintas calles de la ciudad leyendo el bando festivo.
La fiesta comienza con la lectura del pregón, la procesión de la Virgen de la Esperanza desde la Capilla de La Balesquida hasta la iglesia de San Tirso. Durante el día se reparte el bollu preñau (bollo relleno de chorizo) y la botella de vino entre los cofrades. Los ovetenses pasan la jornada con comida y bebida en las zonas verdes de la ciudad.
El programa religioso se inicia con la procesión de la Virgen de la Esperanza desde la capilla de la Balesquida hasta la iglesia parroquial de San Tirso el Real, en la que participan grupos folclóricos ataviados con el traje regional. En los siguientes días destacan, entre otros, los siguientes actos: el triduo en San Tirso, con el rezo del rosario seguido de misa y predicación; el sábado por la tarde, el rezo de un responso ante el sepulcro de Velasquita Giráldez en San Tirso, y el retorno de la imagen de la Virgen a la capilla; el domingo, a mediodía, misa solemne, y por la tarde, el rezo del rosario y la salve popular; el lunes, de tarde, sufragio por los cofrades, socios y bienhechores difuntos, y el Martes de Campo, bendición del pan en la misa matinal.
El programa profano presta atención a niños, jóvenes y adultos, con atracciones infantiles, gran verbena, fuegos artificiales...
El Martes de Campo tiene lugar, además de los oficios religiosos, el reparto del bollu preñáu (bollo relleno de chorizo) y la botella de vino a los cofrades y socios protectores, amenizado con música tradicional. Pero el acto principal del día es la multitudinaria, alegre y colorista comida campestre en la que grupos de ovetenses y también foráneos dan buena cuenta del bollo y el vino en el Campo de San Francisco y otros espacios verdes de la ciudad.
Pregón del año 2004
Autora: Carmen Ruiz-Tilve Arias, Cronista oficial de Oviedo.
¡Viva La Balesquida!
Estamos aquí reunidos, un año más, para iniciar las celebraciones de La Cofradía de La Balesquida de Oviedo, fiestas inigualables a las que ovetenses y forasteros nos sumamos gustosos, amantes como somos de la alegría a fecha fija, buenos anfitriones desde siempre.
La Cofradía de La Balesquida es la más antigua de la ciudad y ha de ser por fuerza una de las más antiguas de España. Su escritura fundacional se fecha el 5 de febrero de 1232 y en ella la fundadora, una dama ovetense de origen franco, cosa no rara en su tiempo, dona a la cofradía de alfayates o xastres y otros vecinos y hombres buenos de la ciudad «un hospital que edificará en heredad propia, cerca de las torres del castillo y camino de la iglesia de Santa María del Campo, para recibimiento de pobres y necesitados, con obligación de pagar al capellán de San Tirso 15 maravedises de la moneda del rey á 8 sueldos para celebrar misas», donando además algunas fincas, situadas en la calle Rosal, en las que se dice que antiguamente hubo rosales. En aquellos solares edificaron los xastres y en 1362 ya aparece lo que empezaba a ser calle con el nombre de Rosal, en documento de venta. Doña Velasquita Giráldez donó también al hospital su ajuar, compuesto por «10 lechos con sus alcózares y diez cabezales de buena pluma, once mantas y dos colchas». Los detalles del acta, así como los nombres de los testigos, presbíteros y alfayates principalmente, los publicó Canella en «El Eco de Asturias» de 20 de enero de 1874, tomado de copia manuscrita del siglo XVI por el licenciado Morán Giráldez, vecino y regidor de Oviedo.
Entre lo establecido estaba la amistad recíproca, visitar a presos y enfermos, asistencia silenciosa al cabildo y a los entierros, conducción de pobres a dormir al hospital, oír misa los sábados y guardar las fiestas. En lo que se refiere estrictamente al gremio de xastres dice, entre otras cosas, que «no se ocultase daño en la ropa entregada y la por uno cortada no se haga por otro» y también hay compromiso de despedir al hermano que hable mal del compañero o compañera y que habiendo yantar nadie llevase consigo mozo ni moza. Los cofrades estaban obligados a pagar a la entrada a la misa madeja, compuesta de avellanas y vino, y cera. Esas reuniones se convocaban a golpe de cencerru y presidían el juez, mayordomo y cura párroco. Bajo la imagen de la patrona, Nuestra Señora de la Esperanza o de la O, cubierta con su verde manto, deliberaban, «sin escándalos ni juramentos» y salían, «sin saña ni rencilla», después de rezar un paternoster.
Junto con esa función asistencial, pionera en la ciudad, estaba la festiva, que se hacía coincidir con la Pascua de Pentecostés y programaba ceremonia para tres días. El domingo salía un heraldo, representante de La Fama, montado a caballo, y por la tarde desfilaba la cabalgata de los gremios, con procesión o bojiganga con figuras, comparsas, danzas de peregrinos y un gran carro triunfal, conducido por el alfayate decano, que también era figura principal en la celebración del lunes, cuando los cofrades vestían solemne traje de ceremonia, por la mañana, y por la tarde paseaban el figurón o estafermo y hacían sortijas antes de la foguera, alrededor de la cual se cantaban villancicos festivos. El martes era la procesión de la Virgen, alumbrada por antorchas y velas, portadas por los cofrades, a los que acompañaban sacerdotes y actores, todos precedidos por cofrades que jugaban a la pica y bandera en las paradas, camino de San Tirso, donde se hacía responso ante el enterramiento de la fundadora, muerta en 1232.
Antiguamente, tal como cuenta Canella, la procesión del martes iba hasta la capilla de Santa Ana de Mexide, parroquia de San Pedro de los Arcos, en el barrio de Vega, en una hermosísima zona de los alrededores de la ciudad recientemente desaparecida por la mano del hombre. La subida desde San Tirso era larga y penosa, a través de un terreno pedregoso, especialmente a partir de la calle Rosal, aquella en la que había tenido terrenos doña Velasquita. Encabezaba la comitiva el sacristán de San Tirso, que ganaba un azumbre de vino si lograba llegar a la capilla sin haber apoyado ni una vez el pesado estandarte sobre el hombro. Una vez arriba, y entre otras ceremonias, todos comían, haciéndose así etimológicamente compañeros, pan de fisga con torrezno y vino de «pasado el monte», es decir, pan de escanda con una tajada de jamón frito y vino de Castilla, blanco.
En la fiesta de la Expectación se daba a los cofrades tradicionalmente un puñado de castañas cocidas y siempre se guardaba ración para las 10 ancianas recogidas en el hospital de la cofradía, las llamadas «vieyes de la Balesquida», que tenían cobijo a cambio de su trabajo al cuidado de la capilla, donde rezaban rosario diario y tenían derecho a techo, jergón y manta, más tres ducados el día de la Santa Patrona. Ya Canella, a finales del siglo XIX, dice que «actualmente todo ha desaparecido, más que con la Desamortización con otros excesos. Se perdieron muchos bienes y derechos que daban á la hermandad buenas rentas, mermadas con administración desordenada, y de aquella congregación de régimen y espíritu popular sólo queda la procesión poco concurrida en lunes de Pentecostés, llegando a la capilla de Santa Susana, y por toda campestre colación con asistencia personal de los cofrades, se les da un bollo de media libra de pan —que ya no es de escanda— y medio cuartillo de vino blanco de Castilla, que reparten los behedores. La fiesta es animada en el frondoso Campo de San Francisco con general alegría de bailes, meriendas y jolgorio, que se repiten el miércoles, pero no en Piñoli o Pumarín como antes, donde se rifaba la xata o el ramo de pañuelos y ahora cubiertos de plata, con lo que la congregación se ayuda para la fiesta, única pero tradicional y ruidosa manifestación que quedó del antiguo regocijo con el que los ovetenses todos, pobres y ricos, se confundían antes en verdadera fraternidad.
¿No debía tratarse de reformar y revivir en condiciones seguras la tradicional y siete veces secular cofradía de la Balesquida que fue tan amada de nuestros mayores?».
Esto decía Canella en 1888. Afortunadamente, con altibajos a lo largo del siglo XX, siglo de crisis por excelencia, la cofradía vive hoy momentos de franca recuperación, gracias, como suele suceder en estos casos, al esfuerzo y entusiasmo de unos pocos. Nada más ovetense y más castizo que esta cofradía, que merece nuestro apoyo espiritual y material. Podemos pertenecer a ella por seis euros año, escaso precio para tan alto honor, que además nos ofrece bollo y vino en primavera, castañas y sidra del «duernu» en otoño y la sorpresa de las cestas de Navidad en invierno.
La Balesquida, sostenida sobre los pilares de lo asistencial y lo festivo, se prolonga ahora desde su fiesta, en la que se nota el rescoldo del espíritu fraterno de antaño. Perdidas hace mucho las propiedades e instalaciones que servían a lo primero, lo asistencial, no sobrará que mantengamos, siquiera entre nosotros, las buenas maneras, «sin escándalos ni juramentos», «sin saña ni rencilla», consejos buenos en cualquier tiempo y especialmente ahora. Como refuerzo de lo anterior, han de permitirme que repase con ustedes las ordenanzas de 1450, buenas en cualquier tiempo:
1.—Que se perdonen las enemistades.
2.—Que se reduzca a los pobres a dormir al hospital.
3.—Que se vele y cuide a los enfermos, y asista al entierro.
4.—Que se visite a los presos y se les dé a beber dos maravedís de vino.
5.—Que concurran a misa los sábados.
6.—Que no se oculte daño a la ropa entregada.
7.—Que la ropa por uno cortada, no la haga otro.
8.—Que acudan todos al cabildo.
9.—Que nadie salga de las juntas con saña ni rencilla, se eviten escándalos y juramentos.
10.—Que se guarden las fiestas sin trabajar.
11.—Que no se hable en el cabildo.
12.—Que se despida a quien diga mal de su compañero o compañera.
Las antiquísimas fiestas de La Balesquida, por lo que se desprende de las descripciones antiguas y lo que se deduce de las nuevas, encierran muchos otros valores además del propio y natural de la fiesta por la fiesta, que tampoco es baladí. Desde esta celebración tan nuestra podemos deducir elementos muy importantes para reconstruir nuestra historia social, económica, religiosa, gastronómica, urbanística, sociológica, logrando, desde las pinceladas evocadoras de lo antiguo, el reconocimiento de lo nuevo.
Yendo atrás, repasamos lo que dice Madoz a este propósito: «la institución es lo más popular que se conoce en la provincia, y acaso fuera de ella; casi todos los vecinos de la capital son cofrades, sin distinción de clases. Los padres se apresuran a anotar a sus hijos en esta hermandad, apenas nacen, y se tiene a mengua no pertenecer a ella».
Los tiempos han cambiado y el escenario de la fiesta, en parte, también, imposible ahora el almuerzo campestre sobre el cemento que rodea la capilla, afortunadamente salvada de las garras de doña Piqueta gracias a la perspicacia de Manzanares, pero aislada en un entorno extraño. Ya no cabe tampoco la gira hasta Piñoti, ni queda recuerdo del vino del señor Pachín, ya no es ceremonia solemne el paseo en el Campo, que se ha convertido, por excelencia, en fiesta de fraternidad, como vuelve a escribir Madoz, pero en lo esencial todo permanece igual, especialmente el talante de los ovetenses:
«... el sitio es de lo más delicioso y pintoresco que imaginarse puede, cubierto de elevados y muy poblados robles; preservado de los rayos de sol, respirando un ambiente lleno de aromas que despiden las espineras, acacias y otra multitud de árboles diseminados por las cercanías, convidan a los moradores de la ciudad a llevar allí sus almuerzos. Así es que colocadas multitud de familias en diferentes puntos y tendidas sobre la natural, mullida y hermosa alfombra matizada de diversas clases presenta vista admirable y sorprendente. Las calles que forman los árboles y asientos rodeados de rosales, sirven de paseo al bello sexo, que se esmera ese día en lucir sus ricos y elegantes trages (sic). No hay en la reunión la menor etiqueta, el rico, el de mediana e ínfima fortuna, el conde, el marqués, el militar de graduación, el empleado de categoría, el eclesiástico condecorado, están allí confundidos. No se desdeñan de alternar unos con otros, no de aprovecharse recíprocamente de los almuerzos. Todo es fraternidad en aquellas tres horas, todo júbilo, todo regocijo. Esta preciosa reunión recuerda las distracciones y sencillas costumbres de nuestros mayores».
Ha pasado más de siglo y medio desde la bucólica descripción anterior, y en lo fundamental, todo sigue igual. Es bien cierto que ya no hay bojiganga ni sortijas, ni sale el «Balesquidu» convertido en hombre anuncio para vender las papeletas de la rifa, faltan en el Boletín anual firmas como la de don Juan Uría y otros balesquidos de pro y los xastres han silenciado sus talleres barrido su gremio por la fiebre del «pret à porter» que nos uniforma y reduce nuestro cuerpo serrano a la simplicidad parvularia de pequeño, mediano y grande, y más aun a las siglas inglesas de la «size», pero los ovetenses, depositarios de la tradición, amparados por el esfuerzo de los hermanos que hacen posible la pervivencia, estaremos allí, un año más, como protagonistas. A ello les convoco.
Concejo de Oviedo
Naturaleza, Arte Prerrománico, fiesta, gastronomía, Premios Princesa… y muchas cosas más en el concejo de Oviedo, ubicado en el corazón de Asturias y su capital es también la del Principado, y fue en el pasado capital del primer reino cristiano de la Península Ibérica y origen del Camino de Santiago.
Los concejos (municipios) que limitan con el Concejo de Oviedo son: Grado, Langreo, Las Regueras, Llanera, Mieres, Ribera de Arriba, Santo Adriano y Siero. Cada uno de estos concejos (municipios) comparte fronteras geográficas con Oviedo, lo que implica que comparten límites territoriales y pueden tener interacciones políticas, sociales y económicas entre ellos.
Comarca de Oviedo
Está en el corazón de Asturias y su capital, Oviedo, es la del Principado y fue en el pasado capital del primer reino cristiano de la Península Ibérica y origen del Camino de Santiago.
La comarca está conformada por uno o varios concejos (municipios). En este caso: Oviedo. Los concejos representan las divisiones administrativas dentro de la comarca y son responsables de la gestión de los asuntos locales en cada municipio.
Conocer Asturias
«El arte prerrománico asturiano es una manifestación artística que se desarrolló en el Principado de Asturias, en el norte de España, durante los siglos IX y X. Surgió como resultado de la resistencia de los astures al dominio musulmán en la península ibérica y se convirtió en un importante exponente del arte cristiano en la región.»
Resumen
Clasificación: Eventos
Clase: Fiestas
Tipo: Fiestas populares
Comunidad autónoma: Principado de Asturias
Provincia: Asturias
Municipio: Oviedo
Parroquia: Oviedo
Entidad: Oviedo
Zona: Centro de Asturias
Situación: Montaña de Asturias
Comarca: Comarca de Oviedo
Dirección: Plaza Alfonso II el Casto
Código postal: 33003
Web del municipio: Oviedo
E-mail: Oficina de turismo
E-mail: Ayuntamiento de Oviedo
Dirección
Dirección postal: 33003 › Plaza Alfonso II el Casto • Oviedo › Asturias.
Dirección digital: Pulsa aquí