Augusto Monterroso, Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2000

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Augusto Monterroso, Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2000 | Eventos | Fundación Princesa de Asturias | Letras | Oviedo | Comarca de Oviedo | Centro de Asturias | Montaña de Asturias | Asturias | Principado de Asturias | España | Europa.

Descripción

Reunido en Oviedo el Jurado del Premio de las Letras 2000 integrado por D. Andrés Amorós, D. Luis María Ansón, D.ª Blanca Berasátegui, D. Pedro Casals, D. Antonio Colinas, D. Rafael Conte Oroz, D. Jorge Fernández Bustillo, D. Francisco Javier Fernández Vallina, D. Fernando García de Cortázar, D. José Luis García Martín, D.ª Pilar García Mouton, D. Fernando González Delgado, D. Fernando de Lanzas Sánchez del Corral, D.ª Rosa Montero, D.ª Rosa Navarro Durán, D. Fernando Rodríguez Lafuente, D. Fernando Sánchez Dragó, D. Darío Villanueva, presidido por D. Víctor García de la Concha y actuando de secretario D. José María Martínez Cachero, acuerda por mayoría conceder el Premio de las Letras 2000 al escritor guatemalteco Augusto Monterroso. Su obra narrativa y ensayística constituye todo un universo literario de extraordinaria riqueza ética y estética, del que cabría destacar un cervantino y melancólico sentido del humor.

Su obra narrativa ha transformado el relato breve dotándolo de una intensidad literaria y una apertura de argumentos inéditos hasta entonces. Su ejemplar trayectoria ciudadana, la dura experiencia del exilio y la atención constante a los asuntos más inmediatos de la vida contemporánea de Iberoamérica convierten a Augusto Monterroso, reconocido internacionalmente, en uno de los autores más singulares de nuestra cultura.

Oviedo, 31 de mayo de 2000

Biografía

Augusto Monterroso, escritor guatemalteco nacido en Tegucigalpa (Honduras) en 1921, está considerado uno de los grandes y originales escritores hispanoamericanos de cuentos y narraciones breves de este siglo. Ha sido profesor de Literatura de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) —país donde residió desde 1944, autoexiliado por motivos políticos, hasta abril de 1996— y editor de la Dirección General de Publicaciones de esta universidad.

Ex secretario de la revista de Pablo Neruda «La Gaceta de Chile», miembro del Pen Club Internacional y de la Asociación Mexicana de Escritores, entre sus libros de cuentos más destacados (los más hermosos del mundo, según Italo Calvino) se encuentran «Uno de cada tres y el centenario», «La oveja negra y demás fábulas», «Animales y hombres», «Movimiento perpetuo» o «Viaje al centro de la fábula», algunos de ellos traducidos a varios idiomas, así como la novela «Lo demás es silencio». En 1999 presentó en España su último libro, «La vaca», calificada por él mismo como una colección de «ensayos que parecen cuentos y cuentos que parecen ensayos». Se le considera el autor del cuento más corto de la historia de la Literatura, que dice así: «El dinosaurio: Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí».

Hombre del Año en Literatura del semanario español «Cambio 16» en 1991 por ser «autor originalísimo que sigue la ley de transmitir al máximo con los mínimos elementos», es doctor honoris causa por la Universidad de San Carlos de Guatemala y pertenece a la Academia Hondureña de la Lengua. Monterroso ha recibido numerosos galardones y distinciones, como el Magda Donato y el Xavier Villaurrutia, ambos en México, el del Instituto Italo Latinoamericano de Roma, el Juan Rulfo de Literatura Iberoamericana (1996) y el Nacional de Literatura de Guatemala (1997), entre otros.

Discurso:

Deseo, ante todo, dar las más cumplidas gracias al honorable Jurado que me concedió este Premio Príncipe de Asturias de las Letras, correspondiente al año 2000. Sin su benevolencia, por no decir su valentía, no estaría yo hoy en situación que tanto me honra, ni junto a tan destacados artistas, hombres de ciencia, dignatarios y académicos de diversas nacionalidades, igualmente premiados, a quienes saludo con mi admiración y respeto.

En la prensa de estos días se ha dicho que en mí se premiaba no sólo a un escritor centroamericano, sino también un género literario, el cuento, un género que ha venido siendo relegado por las grandes editoriales, por algunos críticos, y aun por los mismos lectores. Pues bien, no tiene nada de extraño que así suceda. Las leyes del mercado son inexorables, y no somos los escritores de cuentos ni los poetas - —hermanos en este negativo destino— quienes vamos a cambiarlas. Pero como decía el Eclesiastés refiriéndose a la Tierra, generación va y generación viene: mas el cuento siempre permanece.

Comoquiera que sea, es cierto que prácticamente toda mi obra ha consistido en el acercamiento a dos especialidades hoy alejadas de los reflectores y el bullicio, si bien nada modestas en cuanto a su prosapia: el cuento y el ensayo personal, variando en ocasiones de tal manera sus formas y sentido que algunos comentaristas hablan, refiriéndose a aquélla, de transposición de géneros, cuando no de invasión de unos a otros, lo que vendría a dar un nuevo sesgo a nuestros acostumbrados modos de expresión literaria. Algo se ha dicho también de la brevedad en esta obra, y, como si lo anterior fuera poco, del humor y la ironía en ella, haciendo que yo me pregunte: ¿de verdad cabrá todo eso en el reducido espacio que ocupa? Bueno, el campo de la literatura es tan amplio que en él caben hasta las cosas más pequeñas.

No he pretendido nunca erigirme en defensor del cuento común, o del cuento brevísimo, ni mucho menos en detractor de las novelas, cortas o largas, que me han deleitado y enseñado tanto desde Cervantes a Flaubert y Tolstoi y Joyce; es más, en diversas ocasiones he confesado que aprendí a ser breve leyendo a Proust. El cuento se defiende solo. Por otra parte, no soy un teórico, y sé que a pesar de innumerables tentativas de definición aventuradas por los que saben, hoy día es un problema insoluble establecer lo que constituye un cuento. No obstante, ciertos cuentistas aún no se han enterado de su evolución, y al escribirlos todavía siguen el cumplimiento de antiguas reglas, como aquella de la exposición, el nudo y el desenlace, cuando no la del final sorpresivo; y hay quienes piensan con honestidad que el cuento es un género intrascendente y entonces los escriben —declaran—, a manera de descanso entre su verdadera labor creativa, es decir, sus importantes novelas. Y tampoco seré yo quien trate de sacarlos de esta idea. La verdad es que en este idioma nuestro basta pensar hoy en Jorge Luis Borges, Juan Carlos Onetti o Julio Cortázar para formarse una idea de lo lejos que estamos ya del cuento convencional.

En 1992 Barbara Jacobs y yo publicamos en España una Antología del cuento triste. Toda vez que la tarde en que lo escribimos estábamos más bien taciturnos, nos permitimos aseverar en el Prólogo: «La vida es triste. Si es verdad que en un buen cuento se encuentra toda la vida, y si la vida es triste, un buen cuento será siempre un cuento triste». No pocos reaccionaron en contra de este pensamiento tan claramente melancólico; y yo no sé si la vida es triste para todos —cosa que dejo a los expertos—; pero se da la circunstancia de que los cuentos que escogimos, casi al azar de nuestras respectivas memorias, no sólo son tristes de verdad sino que resultaron ser obra de algunos de los mejores y más profundos escritores del último siglo y medio, como lo pueden ser desde Herman Melville y William Faulkner, o Leopoldo Alas «Clarín», hasta Salarrué y Juan Rulfo, pasando por James Joyce, Thomas Mann y Corrado Alvaro, quienes retrataron vívidamente el hondo dramatismo que encierran las existencias cotidianas de hombres y mujeres de cualquier país, pobre o rico, del centro de Europa o del centro de América, a través de este género, que en sus breves dimensiones y su aparente humildad recoge la vida con penetración, verdad y belleza.

Quisiera considerar también este Premio un reconocimiento a la literatura centroamericana, de la que, guatemalteco, formo parte. Centroamérica, como bien pudiera haber dicho Eduardo Torres, ha sido siempre vencida, tanto por los elementos como por las naves enemigas: me refiero a los desastres naturales de los últimos años, y a los económicos y políticos a que nos han sometido los intereses de poderosas compañías extranjeras productoras de ese fruto por el que nuestros países son llamados repúblicas bananeras. Pero es mi deber señalar una vez más que a lo largo de los siglos no ha sido sólo plátano lo que producimos. Recordaré que nuestros ancestros mayas, refinados astrónomos y matemáticos que inventaron el cero antes que otras grandes civilizaciones, tuvieron su propia cosmogonía en lo que hoy conocemos con el nombre de Popol Vuh, el libro nacional de los quichés, mitológico y poético y misterioso; a Rafael Landívar, autor de la Rusticatio mexicana, el mejor poema neolatino del siglo XVIII; a José Batres Montúfar, cuentista satírico en verso, cuyas octavas reales vienen en línea directa de Ariosto y de Casti y cierran brillantemente la narrativa mundial en esta estrofa; y, por último, para no acercarme peligrosamente a nuestro tiempo, a Rubén Darío, renovador del lenguaje poético en español como no lo había habido desde los tiempos de Góngora y Garcilaso de la Vega.

Tres herencias, la indígena, la latina y la española, que la mayoría de los escritores centroamericanos, estoy seguro, tratamos de merecer, pero también, ¿por qué no?, de mantener y acrecentar con dignidad y decoro.

En un momento de optimismo manifesté hace algunos años, en ocasión parecida a ésta, que mi ideal último como escritor consistía en ocupar algún día en el futuro media página en el libro de lectura de una escuela primaria de mi país. Acaso esto sea el máximo de inmortalidad a que pueda aspirar un escritor. Estoy seguro de que haber sido merecedor de este Premio Príncipe de Asturias de las Letras, contribuirá en gran medida a que aquel deseo, más vanidoso de lo que parece, se convierta en realidad.

Muchas gracias.

Fuente: Fundación Príncipe de Asturias

Concejo de Oviedo

Naturaleza, Arte Prerrománico, fiesta, gastronomía, Premios Princesa… y muchas cosas más en el concejo de Oviedo, ubicado en el corazón de Asturias y su capital es también la del Principado, y fue en el pasado capital del primer reino cristiano de la Península Ibérica y origen del Camino de Santiago.

Los concejos (municipios) que limitan con el Concejo de Oviedo son: Grado, Langreo, Las Regueras, Llanera, Mieres, Ribera de Arriba, Santo Adriano y Siero. Cada uno de estos concejos (municipios) comparte fronteras geográficas con Oviedo, lo que implica que comparten límites territoriales y pueden tener interacciones políticas, sociales y económicas entre ellos.

Comarca de Oviedo

Está en el corazón de Asturias y su capital, Oviedo, es la del Principado y fue en el pasado capital del primer reino cristiano de la Península Ibérica y origen del Camino de Santiago.

La comarca está conformada por uno o varios concejos (municipios). En este caso: Oviedo. Los concejos representan las divisiones administrativas dentro de la comarca y son responsables de la gestión de los asuntos locales en cada municipio.

Conocer Asturias

«Asturias, una hermosa región situada en el norte de España, se distingue por su increíble belleza natural y su gran diversidad de paisajes. En toda la región, se pueden encontrar numerosos monumentos naturales que son auténticos tesoros de la naturaleza.»

Resumen

Clasificación: Eventos

Clase: Fundación Princesa de Asturias

Tipo: Letras

Comunidad autónoma: Principado de Asturias

Provincia: Asturias

Municipio: Oviedo

Parroquia: Oviedo

Entidad: Oviedo

Zona: Centro de Asturias

Situación: Montaña de Asturias

Comarca: Comarca de Oviedo

Dirección: Calle Pelayo, 3

Código postal: 33003

Web del municipio: Oviedo

E-mail: Oficina de turismo

E-mail: Ayuntamiento de Oviedo

Dirección

Dirección postal: 33003 › Calle Pelayo, 3 • Oviedo › Asturias.
Dirección digital: Pulsa aquí



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